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 Psicología del independentista

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MensajeTema: Psicología del independentista   Psicología del independentista EmptySáb Jul 12, 2014 1:10 pm

Neurociencia del nacionalismo y el independentismo catalán (y los demás)


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Ayer escuchaba decir a un tertuliano en un debate en TV que no entendía el nacionalismo, no se hacía a la idea de cómo una persona podía abrazar tan recesiva ideología. Esa misma duda la llevo oyendo desde que tenía menos de catorce años. Mi posición para entender la cuestión nacionalista es un tanto privilegiada, en parte porque soy vasco de nacimiento y habitante de San Sebastián hasta los 19 años, edad en la que, como consecuencia de la presión para aprender vascuence que se cernía ya sobre los estudios universitarios y a la que me negué a plegarme, decidí irme a estudiar al odiado Madrid hace ya treinta años.

Atrás quedaron los tiempos terminales del franquismo en los que asistía enfervorecido a los mítines de la izquierda y la izquierda nacionalista, recibía dinero de agitadores políticos para liarla lo más parda posible, montábamos barricadas llameantes y apedreábamos a los grises, chapa de ikurriña en la solapa. En aquella época de mi vida compartí durante muchos años colegio, pupitre, meriendas, juegos y amistad con algunos de los terroristas más sanguinarios. Por lo tanto no necesito que nadie me cuente nada, porque lo sé de primera mano; lo he vivido, aunque afortunadamente me salvé del delirio que sin embargo arrastró a familiares cercanos, tan maketos como yo. Y entiendo qué pasa por la cabeza de un nacionalista; entiendo qué ocurre en sus cerebros, el porqué, cómo y para qué.

Como diría Baltasar Gracián, vivimos básicamente de información y esa información, que los políticos nacionalistas se cuidan exquisitamente de utilizar para manipular "mentesblandas" para sus propósitos, se inocula cuidadosamente desde prácticamente el nacimiento. El cerebro busca lo placentero y lo placentero tiñe de positivo la realidad percibida, en ese momento y a continuación, como cuando estamos enamorados lo que apaga o atenúa literalmente las áreas cerebrales de la crítica social, y más en los indefensos niños que quedan inermes ante la agresión, porque la realidad no se percibe como una amenaza para la supervivencia sino todo lo contrario, a través de cristales de color rosa. El espectáculo que vive, como el cine español, exclusivamente de las subvenciones, porque no gusta a nadie, es una estrategia de reforzamiento de la pertenencia al grupo. Existen seguramente miles de estudios neurocientíficos que demuestran sin lugar a dudas que la información previa sesga el procesamiento cognitivo sin que uno pueda evitarlo en la mayoría de las ocasiones, tanto hacia lo positivo como en este caso, como a lo negativo en el siguiente.

Más tarde, cuando uno ya empieza a madurar, las fiestas populares, con sus grupos musicales afines, se encargan de manipular la hirviente testosterona de los adolescentes, que compiten para ver quién salta más alto y con el puño más prieto con los estribillos: "un bote, dos botes, español el que no bote", "Gora Euskadi Sozialista", "Independiente eta Batúa", organizados por mentes tan perversas como inteligentes, en una suerte de rito iniciático tribal con una estética común, que tiene como objetivo suscitar émulos del héroe de turno, para captar la atención de las sobrehormonizadas hembras con fines procreativos, mediante la exhibición de una anatomía sobresaliente y consecuentemente una capacidad y determinación de defender a muerte a su prole. El que no salta y grita no se come un rosco, o se lo come con la más fea, por lo tanto no mejora la especie si es que logra reproducirse. Música + soflamas políticas + posibilidad de copular = adhesión a las consignas y grupos. Porque los músicos son los guays y el cerebro sigue a lo placentero, se anula la capacidad de crítica social.

Ya tenemos dos porqués y cómos para entender el método de forja de la mente extraviada de un nacionalista, de qué forma consiguen generar una férrea pertenencia al grupo: se utiliza la música asociada a las más básicas pulsiones humanas para generar el apego hacia el propio y el odio hacia el otro. Por supuesto, los diecisiete canales autonómicos públicos de radio y televisión soplan sus vientos en la misma dirección: odiar España y al español por encima de todo. Pero aún faltan algunos ingredientes fundamentales.


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La clave del éxito de la estrategia nacionalista: la adaptación

Con todo lo anterior formando parte de la lista de ingredientes de la catastrófica receta, el elemento clave demoledor que utiliza el nacionalismo para sus propósitos es la insaciable capacidad de adaptación del cerebro humano. La característica fundamental y diferencial del cerebro humano con respecto al resto del reino animal y de los mamíferos superiores en particular es que posee una formidable capacidad de adaptarse a todo lo que vive durante un tiempo prolongado, y a partir de entonces lo logrado ya no le satisface, se acostumbra a todo, lo que le impulsa a buscar nuevos objetivos.

Las personas normales, y cuanto más por debajo más pero no necesariamente, están hastiadas de sus vidas, de la insoportable monotonía de sus existencias. Pero como no pueden progresar porque no todo el mundo puede ser guapo, rico y exitoso se ven imposibilitadas de seguir alimentando esa insaciable gula del cerebro por conquistar nuevas metas, y como consecuencia de la frustración de sus irreales expectativas se les corroen las entrañas. El hastío, la misma insoportable pero evolutiva cotidianeidad que termina por destrozar matrimonios y familias y que todos en mayor o menor medida padecemos. En regiones no nacionalistas de España este rencor antiespañol se canaliza contra los ricos, los empresarios, los excelentes, al más puro estilo Sánchez Gordillo. Como si los que vivimos más o menos satisfechos a pesar de todos los pesares tuviéramos la culpa de que el sistema nervioso humano sea afortunadamente tan tendente a la insatisfacción. Los ricos también lloran.

Si a esta intrínseca insatisfacción humana añadimos otra curiosa característica del cerebro humano íntimamente relacionada con lo anterior, obtenemos el explosivo cóctel cuya onda expansiva lobotomiza funcionalmente el encéfalo de millones de españoles. Esa tendencia de la mente a irse por los cerros de Úbeda la mayor parte del tiempo y que da lugar a una maravillosa creatividad en algunos, aquellos que tienen algún objetivo científico, artístico o empresarial… y al descarrío absoluto en otros. Este ingrediente clave consiste en que la mente divaga casi todo el tiempo libre, y cuando se pierde. Esto incrementa la insatisfacción que proporciona la monotonía vital en un círculo vicioso infinito, sin que uno no sepa por qué se siente así de mal. Ya se encargarán los nacionalistas y nacionalsocialistas de explicarte la causa real de tus males.

¿Y qué acompaña como guarnición necesaria la bazofia nacionalista? El maridaje perfecto es la envidia, otra característica normal de los cerebros insatisfechos, de los frustrados, mediante la cual una persona se siente mal, inferior, cuando se compara con otros y pierde en la comparación. Su autoestima se duele porque deben creer que en Madrit atamos los perros con longaniza a costa del sudor de su frente; o que los que vivimos satisfechos porque aceptamos la realidad llegamos de maravilla a fin de mes, no nos han embargado una casa ni nos han puesto nunca los cuernos y tenemos un Cayenne turbo en el garaje de nuestro chalé en La Finca.

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Esta es la sintetización en cuatro ideas un problema tan simple pero que nadie parece entender.

El juego del terrorismo cognitivo que nutre la política nacionalista es así de simple: Tú estás insatisfecho no porque esa insatisfacción sea una característica adaptativa humana, sino porque España, los españoles, los ricos, los empresarios o cualquiera que destaque en el resto de España, están conspirando para jorobarte la vida.

La perversidad llega al paroxismo cuando esos mismos rasputines de la política se encargan de destrozar a conciencia la economía y con ella el bienestar de sus gobernados hasta llevarlos al límite de la supervivencia. Además, la buscada reducción del nivel educativo general impide acceder a la formación y la experiencia que posibilitan acceder a la riqueza. El rollo del idioma es secundario, sólo es el pretexto perfecto para destruir el futuro de la gente y así condenarles a la pobreza a cambio de recibir el soma que se reparte de forma recurrente: "nosaltres somos los mejores". Así la envidia, el rencor hacia el otro, a quien delirantemente culpan de todos sus males, llega al extremo del suicidio colectivo o la confrontación armada: la búsqueda de la independencia.

El problema para los atrapados por la estrategia y para los mismos neuroterroristas es que los problemas los lleva uno en su propia mochila, y un cambio dé régimen, de nacionalidad, de bandera o de liga de fútbol, no elimina el malestar existencial de nadie permanentemente. Así Cataluña volvió a España voluntariamente después de su aventura francesa, donde se dejaron el Rosellón y algún territorio más, aunque ahora el primo de zumosol no la UE. Ya no tendrán a España para echarle las culpas, ¿adivinan a qué grupo humano? Pues probablemente a usted y a sus hijos si no llevan apellidos catalanes o vascos y tienen la desgracia de no poner tierra de por medio a tiempo. Porque ustedes seguirían siendo los culpables de su insatisfacción. Ésa maldición que paradójica y afortunadamente no se agota nunca.

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http://santiagofbarrero.wordpress.com/2012/09/21/neurociencia-del-nacionalismo-y-el-independentismo-cataln-y-los-dems/
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